Colón, navegante genovés, siempre tuvo problemas con el poder. Su periplo frente al poder empezó frente a los Reyes Católicos Isabel y Fernando a los que no logró convencer en una primera instancia. Una vez convencidos lo apoyaron, pero después lo arrestaron y defenestraron por su mal manejo como administrador de las tierras descubiertas y conquistadas.
Colón era un navegante y un comerciante, como buen italiano. Logró que los reyes católicos le asignaran el 10% de todo lo que recabara como ganancia en la la nueva tierra descubierta y conquistada.
Descubierta porque era nueva.
Conquistada porque con estrategia, alianzas y espadas, se logró dominar para beneficio de España.
La historia, maestra y tesoro de la vida y anunciadora de la vejez, muestra claramente los hechos que sucedieron. Un pueblo que conquista a otro pueblo, aliado a otros pueblos, para imponer su cultura y llevarse su riqueza. Nada nuevo bajo el sol. Estamos en el siglo XV, no en el XXI. No es lo mismo. Y eso nunca debe olvidarse.
El pasado es adictivo pero no destruye el presente. La historia se basa en hechos y difícilmente se puede cambiar.
Colón no pudo con el poder de su época. Parece que tampoco gruñe un santo y defendió la esclavitud, hecho que incendió los ánimos de Isabel la Católica. Pero tampoco las ha visto claras con el poder actual que lo han quitado de una plaza y de la presencia citadina.
Si Colón era una esclavista, como parece que fue, no se merece una estatua. Queda claro.
Pero hay que analizar dos temas adicionales.
En primer lugar: Colón no se merecía una estatua y hay que quitarla. Correcto. Pero ¿Por qué la merece una representación indígena?
En segundo término. Los cuatro monjes que acompañan a Colón. ¿Qué culpa tienen de lo que hizo el genovés? Sabemos por la historia que la Iglesia Católica institucional tiene siempre sus más y sus menos. Pero los cuatro compañeros que hacen de pedestal son reconocidos por la misma historia como buenos frailes, cercanos a los indígenas e impulsores de una cultura mestiza.
Hoy nos preguntaríamos si Bartolomé de las Casas, Pedro de Gante, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza; hicieron bien en transmitir sus creencias que supuestamente eran más humanistas que las que se vivían en los lugares a donde llegaron. Y la realidad es que sí impulsaron una visión más humanista de la religión sin demeritar la valoración de la deidad que tenían los pueblos mesoamericanos, con muchas virtudes y algunos conceptos confusos.
Estos cuatro personajes que llegaron al nuevo mundo con la visión de traer lo mejor de su religión, tuvieron que luchar con frecuencia por defender la realidad del alma de los indígenas , sus condiciones de vida y su dignidad. Ahora han sido ubicados en el mismo sótano en el que se encuentra Colón, en un amasijo de bronce e historia.
Quizá no es malo que se quite la estatua de Colón. Quizá no es bueno que se sustituya por una cabeza indígena que no aporta mucho sentido. Pero desde luego, no vale la pena que se elimine de la historia a personajes tan relevantes como estos cuatro frailes mencionados.
Y sobre todo, más allá de estatuas y decisiones políticas, no vale la pena que no se respete la historia que tiene sus hechos, sus verificaciones, sus certificaciones y sus análisis propios. Una estatua no cambia la historia, pero tampoco la historia se cambia por una estatua.
コメント