Pocas veces puede uno defender una de las identidades que más nos definen: la de consumidor.
Como consumidor te puedes confundir, te puedes perder, puedes gastar de más, puedes dejarte impresionar, pero nunca aceptarás ser engañado.
Lo que el consumidor nunca puede dejar pasar es el engaño que algunas marcas, productos y puntos de venta ejercitan de forma si no consciente, desde luego continua.
Entre la promesa de venta y la experiencia de lo comprado hay un largo camino que las marcas responsables y creíbles cuidan siempre.
Hay otra percepción que el consumidor detesta: ser considerado "tonto". La información a medias, engañosa, excesivamente emocional; tampoco nos agrada.
El consumidor, que duda cabe, es el que consume. El consumidor gasta, compra, invierte; como se le quiera llamar; pero busca productos y servicios que cumplan sus expectativas.
El consumidor, es inteligente. No se engaña. Aunque acepte pacientemente, como el consumidor mexicano, muchas mentiras.
Pensar en el consumidor como persona, como ser humano, como ser vivo, debe influir siempre en producir, crear y promover con la verdad. La mentira siempre tiene las patas cortas.
Las marcas que sobreviven a crisis y pandemias, son las que cumplen, las que siempre tienen al consumidor al centro.
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