Djokovic es un serbio que se encuentra entre los tres mejores tenistas del momento.
No cae tan bien como Federer o Nadal, pero es un crack del deporte que practica. Parece, por lo demás, una persona normal, educada y respetuosa. Ha tenido algún desplante en la cancha, pero si no lo tuviera sería un ángel, no un tenista.
Su situación frente al COVID-19, revelado por el Gobierno australiano tiene al Sr Djokovic en todos los noticieros del mundo.
Australia es un país serio y civilizado, fundado curiosamente por una parte por presidiarios ingleses y por otra por aborígenes, que entiende perfectamente que la ley y la ética son para todos. Para el Sr. Djokovic o para el Sr. Pérez, o para el que sea.
Los documentos de COVID no estaban en regla, su presencia en eventos públicos aún siendo positivo están verificados y según la información publicada no está vacunado. Australia puede ser de los países más abiertos del mundo pero no es irresponsable.
Djokovic debe entender la lección y asumir la responsabilidad. Ser un ídolo serbio lo debe llevar a asumir la situación, no a querer saltarse las leyes.
A la gran altura del tenista que es, debe demostrar la madera de la que está hecho. Ya no hay raquetas de madera, pero si queda madera axiológica en los seres humanos.
Australia ya demostró su categoría y su valoración de la salud.
Djokovic debe entender que el Grand Slam no se gana solo en las canchas, sino se adquiere en la aceptación elegante de la ley y de la ética.
Si ya está en la opinión pública por la opinión publicada, es el gran momento de reconocer que es humano y se equivoca como todos. Aunque sea uno de los mejores tenistas de la historia.
Un minuto de reflexión bastaría para entenderlo perfectamente y ganar una reputación que está perdiendo clamorosamente.
Bien por Australia, modelo ante el mundo.
Oportunidad para Djokovic de las que sólo suceden una vez en la vida. La tiene que aprovechar para demostrar que su madera y moral valen más que copas y raquetas.
Comments