Sabemos que las portadas de la revista The Economist se deciden después de un debate editorial interno largo y analítico. La portada sobre el Presidente de México no surgió por generación espontánea, sino tras un análisis competente, cierto o incierto, completo o incompleto, pero sumamente serio.
Todo medio de comunicación tiene derecho, en una sociedad abierta y democrática, a su propia línea editorial. Sólo se pide que cumpla con los valores universales fundamentales: ser veraz y respetar a todos.
La portada, así como dos artículos de la revista, nacen de conversaciones con el gobierno mexicano sobre la situación del país. Claramente las autoridades presentaron un modelo de país y The Economist entendió otro.
El titular es contundente y crítico. El color sepia de la imagen lleva a una identificación con el pasado. Pemex, el ejército, las obras presidenciales y el aeropuerto se hacen presentes como explicación del titular. Una buena portada siempre refleja el pensamiento editorial.
The Economist escuchó al gobierno mexicano. Hizo una crítica implacable a la presidencia de Andrés Manuel. Hasta el color de la portada revela el análisis. Está en todo su derecho.
El gobierno mexicano emite una carta de inconformidad. También está en todo su derecho, aunque no parezcan las formas adecuadas y en política, la forma es fondo.
Se han enfrentado, parece, dos formas antagónicas de ver la presidencia. La verdad seguramente debe ser compartida y no propiedad exclusiva. Frente a críticas tan importantes y tan contundentes, además de la carta de inconformidad, bien vale la pena una reflexión.
Comments